
Dime, mujer secreta, donde dejaste nuestras caricias, nuestros pensamientos, nuestras palabras, tus dibujos que quedaron en cuadernos, que propio tiempo fue dejando y cambiando…
Dime amor (si es que así puedo llamarte aun), dime, si es que me amas o por lo menos, si es que cuando suspiras me conviertes en el vapor de los ríos, subo y después me convierto en la misma lluvia; lluvia de tu llanto y mío, lluvia que ya no aguanto.
Lluvia de mi sangre.
Dime vida mía, es que todo esto que vivimos se ha acabado ¿será? O solo tengo miedo de morir y verte ya muerta, será que besar el suelo donde pisas te protege, será que beber tu llanto, mirar por mi ventana, esperando que el sol no caiga es suficiente…
Duelen de envidia, porque esa tan bella retina ya no pertenece, es difícil decirlo, porque aquellos, ya no me miran, estos que envidio, más que el número exacto de la raíz cuadrada de uno, más que el amor de una novia, más que el dulce abrazo de la noche, hasta, envidio tus parpados, que de noche miras. Quien no, quisiera ser ellos, porque cuando sueñas, es lo único que ves…
Bella, bella retina.
Besos, que ahora mismo no quiera haber recibido, pero ahora mismo me doy una cachetada por haberlo escrito. Pero como todo niño lloro cuando veo un juguete perdido.
Juguete que no se si sobrevive.